jueves, 14 de febrero de 2008

BABEL


Babel es una película engañosa. Sumergida en la vorágine de la bullada globalización y a partir de un disparo de escopeta que se cala e inmiscuye en los abismos sociales bajo la omnipresente pesadilla del terrorismo, cruza varias historias en el ambicioso intento de mostrar la incomunicación en un mundo donde todo tiene que ver con todo.

Una pareja de estadounidenses que vive su propia crisis y hace turismo por el desierto de Marruecos viven su momento de descontrol y angustia cuando la mujer recibe un disparo azaroso desde lo alto de una colina. El rifle fue regalado por un japonés a un cazador marroquí quien se lo trueca a un pastor de cabras para ayudar en la guía del rebaño. Uno de sus hijos, jugando, realiza el disparo fatal.

El hecho provoca una alerta mundial y agita acciones en tres continentes que ven tras el acto la mano del "eje del mal", tema que permite al realizador González Iñárritu (Amores Perros, 21 Gramos) desplegar su contundente discurso narrativo en el cual lo que falla, justamente, es la mirada que tiene sobre el mundo y sus personajes.

De partida, el precario retrato que ofrece de la comunidad rural marroquí, con un niño que se masturba pensando en su hermana. Le sigue el de la indocumentada niñera mexicana que cuida a los hijos del matrimonio y que aprovecha su ausencia para cruzar la frontera e ir a una fiesta de casamiento donde abunda el tequila y el vicio. Porque para el director, los latinos son juerguistas, camorreros y pendencieros. En otras palabras, el subdesarrollo parece ser resultado del incesto y la vida fácil mientras los que sufren, las pobres víctimas, son los turistas estresados e insatisfechos de su vida vacía.

A modo de contrapunto aparece la realidad nipona, también cruel, con una niña sordomuda que ansía perder la virginidad; y su padre, el dueño original del rifle. Ambos viven la incomunicación tras la pérdida de la madre y esposa. Este pretendido retrato multiétnico condimentado con el tema de la sexualidad sólo da cuenta de la fascinación que siente el director por el modo de vida yanqui. De hecho, la mujer herida accidentalmente se salva y el matrimonio sale fortalecido tras el balazo mientras el resto de los personajes sufre el trágico destino del apresamiento, la muerte o la deportación.

Así y todo Iñárritu se las ingenia para presentar su producto como la quintaesencia de la complejidad del mundo que vivimos y de lo tortuoso que es el camino de las relaciones humanas. Gran parte del mérito del filme lo tiene la generosa banda sonora con temas de, entre otros, Gustavo Santaolalla y Ryuichi Sakamoto.

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