Una película sobre la mafia rusa en un Londres asfixiante, irreconocible; un par de secuencias de crueldad pocas veces vista y magistralmente filmadas, inolvidables; una historia de matones, traiciones y venganzas. Pero, al igual que en su tocayo David Lynch, en toda obra de David Cronenberg, hay mucho más que eso.
Promesas del Este (Eastern Promises) es una película que se inscribe en la huella de la sangre, el tema medular de toda la filmografía de Cronenberg: la sangre, el adn, la transmisión, el contagio. Sin duda en el inconciente colectivo de los canadienses está el peligro de contaminarse, contagiarse con la ideología yanqui, y de ello hay que huir. En todas las obras de Cronenberg hay un contagio: La mosca es el resultado del adn humano fusionado con el de una drosophilla meganogaster; la transmisión de unos fármacos desde la madre al feto da origen a los Scanners; así como el contagio subliminal de tanta tontera televisiva a Videodrome.
El contagio, la fusión con “lo otro”, la mutación, el cruce, la intersección, la patología sicológica transmitida en y por la sangre constituye el entramado conceptual de uno de los grandes del cine moderno. Con Cronenberg hay que hilar muy fino pues su cine, rico en estética y la siempre delicada banda sonora de Howard Shore, es una propuesta a descifrar el enigma que encierran la metamorfosis del ser, las malformaciones de lo humano; las heridas, cicatrices o tatuajes que dan la seña, el trazado múltiple de la materia humana como historia.
Promesas del Este nos muestra uno de estos cruces entre el mundo real-legal-formal-establecido, y ese otro mundo de los real-turbio-ilegal-clandestino.
Una joven rusa muere antes de dar a luz a su hijo. La enfermera del parto, se queda con su diario de vida, y a través de él comienza a seguir el rastro de la joven con la ilusión de hallar al padre de la guagua recién nacida. Esta búsqueda la lleva a descubrir no sólo la identidad del padre verdadero, sino también toda una trama de la peligrosa mafia rusa en Londres. Londres, más irreconocible que nunca, asfixiante, turbia, enrarecida, es el escenario donde se muestran las modernas miserias, la actuales lacras de la depredación donde una organización criminal controla la vida y muerte de inocentes. Vida y muerte. Así comienza el filme: un asesinato y un nacimiento.
Siguiendo la linea de su anterior obra, Una historia violenta, también con Viggo Mortensen en el rol protagónico, Promesas del Este es una mirada sobre el alma humana. Mortensen que interpreta aquí a Nikolai, el chofer de la cofradía, es el filtro, el papel secante, la linea divisoria. “Necesito saber quien eres”, pregunta la enfermera (Naomi Watts) a Nikolai “Sólo soy el chofer. Yo manejo, y doblo a la derecha o a la izquierda”. Singular metáfora de un thriller apasionante, sangre y degollados al estilo único de Cronenberg.
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