Si bien está ambientada en 1980 esta película de los hermanos Coen ofrece una cruda mirada al mundo actual con la avaricia, el desprecio a la vida y los valores y el retrato a una época despiadada. La acción transcurre en la zona fronteriza entre México y Texas, en medio de grandes planicies que recuerdan los western. Aquí, los hermanos Coen recuperan el espíritu de cine negro de Simplemente sangre, su notable ópera prima realizada en 1984 y que les abrió una exitosa puerta a otros filmes como Educando a Arizona, Barton Fink o Fargo, pero aportan además ribetes de tragedia griega al mostrar un mundo en el cual no hay salida, no hay escape posible.
Sin lugar para los débiles se basa en la penúltima novela de Corman McCarthy, No Country for Old Men, que es uno de los grandes autores de la narrativa norteamericana moderna y a quien el crítico Harold Bloom no ha dudado en colocarlo a la altura de William Faulkner o Hermann Melville. También, por la actitud de McCarthy frente al acto de escribir y la sociedad, ha sido comparado con Jerome David Salinger (El cazador oculto), autor que sólo vive para escribir y se niega a dar entrevistas, ser jurado en algún concurso, contestar el teléfono o revisar Internet. Su estilo es duro, amargo, desencantado. Y los Coen han logrado traducir con gran acierto todos los silencios y asperezas de la obra. De hecho, los pocos diálogos del filme (se trata de una obra eminentemente visual) están sacados de la novela.
La acción envuelve tres historias: la de un sheriff texano a punto de jubilarse (Tommy Lee Jones) que participó en la Segunda Guerra Mundial; la de un cazador ex combatiente en Vietnam que por azar cae en una trampa de persecución, sangre y dinero (Josh Brolin); y la de un sicario asesino que no da tregua en su maquinaria criminal y, cuando vacila, ofrece la alternativa del “cara o sello” a sus víctimas.
Lewellyn Moss (Brolin) está de caza en el desierto texano cuando descubre los restos de una mortal balacera entre traficantes de droga. La docena de cadáveres al parecer se dieron muerte entre ellos porque nadie alcanzó a llevarse la droga y el pesado maletín con dos millones de dólares. Moss toma el maletín sin pensar que tras él habrá toda una maquinaria levantada para recuperarlo. Los Coen siguen de cerca esa obra maestra de Sam Peckinpah, el maestro de la violencia, que transcurre en la misma zona de El Paso y Texas, Tráinganme la cabeza de Alfredo García, con un Warren Oates que acosa y es acosado con un maletín cargado de dinero
Antón Chigur (Javier Bardem) es el hombre que va tras el botín provisto con arma neumática para sacrificar ganado. Este personaje no se detiene para lograr su objetivo. Como Terminator, derriba todo obstáculo que se le interponga. Sus miradas y desplazamientos inspiran horror. El Sheriff, que no entiende los códigos de la violencia del mundo actual, comienza también a perseguir a Moss para evitar que Antón lo encuentre primero y lo mate.
La sangre, el dinero y la violencia están en el centro de la trama. La metáfora de la codicia y el reguero de cadáveres que siembra ese amargo cargamento, se establece también como una parábola sobre el desconcierto moral que reina en los Estados Unidos de hoy.
Con una puesta en escena precisa, resuelta, contundente, gloriosa en sus grandes planos generales y en la elaboración de personajes sólidos, Sin lugar para los débiles transmite un nihilismo sutil, pleno de desencanto y fatalidad acorde a los actuales tiempos de salvajismo y desmesura.
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