domingo, 22 de noviembre de 2015

Shelter, de Paul Bettany

José Pablo Feinmann, Página 12

El viernes 13 de noviembre, en Nueva York y en Los Angeles, se estrenó el esperado y demorado film del actor inglés Paul Bettany, Shelter. Bettany lo tenía listo desde fines de 2014. Con alguna suerte y alguna mala suerte, lo estrenó ese año en el Festival de Toronto, Canadá. Como suele ocurrir con las películas en que actúa Jennifer Connelly, ella se llevó todos los aplausos, aunque algunos, no pocos, quedaron para Anthony Mackie, su coprotagonista, y para Bettany. Shelter no es un film para mirar y comer popcorn, ya que se les encogerá el estómago y no tiene gracia comer en tanto uno mira una película de hambrientos.

Se trata de un film hecho por gente extraña, rara. Aun cuando Bettany haya ingresado al universo Marvel (un arma de estupidización del poder mediático) interpretando a Vision y parece que exitosamente, aun cuando Connelly sea la modelo top de Louis Vuitton o de Balenciaga o Revlon, no son convencionales. Connelly es Embajadora ante la Unesco por Amnesty Inernational, hace cortos denunciando la violencia contra las mujeres. “Hagan ruido –dice–. Detengan la violencia contra las mujeres.” También contra el trabajo esclavo de los africanos para extraer diamantes en Africa. “No compre diamantes –dice–. No sea cómplice de los asesinos. Ellos explotan y matan a nuestros hermanos de Africa. No se convierta en otro asesino. Ese diamante que usted ve en la vidriera de una joyería está manchado de sangre.” (Se metió en esto a raíz de su film Diamantes de sangre, con Di Caprio.) Ni ella ni Paul van a las fiestas de Hollywood. Connelly nunca fue. Y está en el cine desde 1984, cuando Sergio Leone le dio el papel de Deborah en Erase una vez en America. Luego hizo Laberinto con David Bowie y siguió sin parar, ganándose un supporting Oscar por Alice Nash, la mujer de John Nash, en Una mente brillante. Declaró: “Nunca hice cine para ganar un Oscar. Simplemente es un arte que me gusta”. Paul Bettany es inglés y no vamos a decir que es un buen actor porque sería un pleonasmo: todo actor inglés es bueno. (Pleonasmo: redundancia viciosa de palabras, dice expresivamente el Diccionario de la Real Academia.) Es, además, muy pintón, muy elegante y tiene, como no podría dejar de tener, un exquisito british accent. Connelly y Bettany se conocieron durante el rodaje de Una mente brillante, se enamoraron, se casaron y tuvieron dos hijos que, sumado al que Connelly tenía de un matrimonio anterior, son tres. Son el más bello matrimonio de Hollywood, son rebeldes con poder, que es la mejor manera de ser rebelde y han emprendido esta aventura, la de Shelter. Bettany le escribió a Connelly su mejor papel y Connelly se lo agradeció con su mejor performance; y eso que, buenas y hasta superlativas, le sobran.

sábado, 7 de noviembre de 2015

La Pasión de Pasolini

Rodolfo Alonso, Página 12

Fue asesinado en noviembre de 1975. Ya han pasado cuatro décadas y, sin embargo, su memoria continúa tibia, encendida. Si tuviéramos que preguntarnos por lo que mantiene aún hechas brasa a sus cenizas, no tendríamos sino que acudir a una de sus propias palabras recurrentes, la que utilizó inclusive en alguno de sus títulos: pasión. Y aunque causáramos todavía la extrañeza de algún que otro extraviado en la tramoya de los géneros, ésos mismos a quienes, de vivir él, hoy, no ahorraría ninguno de aquellos urticantes epigramas suyos con nombre y apellido, esa pasión encontró su fuego y su fondo y su forma en la poesía.

Es verdad que el ensayo, la novela, el cine, la polémica, la crítica, el panfleto, la ironía y la injuria fueron algunas de las muchas apariencias que adoptó su insobornable pasión poética, pero ¿cuál de esos textos-imágenes o imágenes-textos puede alcanzar por ejemplo la densidad cabal, la grave hondura, la dolorosa belleza de sus indelebles versos “A las campanas de Orvieto”?

No se negó a experiencia alguna, ni se negó a ningún combate. Heredero poco complaciente de una gran literatura y de una envidiable conciencia civil, devolvió al mejor neorrealismo su contacto con las nuevas asperezas en Accatone o Mamma Roma, despabiló a no pocos clericales con su Ruiseñor de la Iglesia Católica pero también reintegró un profundo sentido místico y humano al mejor cristianismo con El Evangelio según San Mateo, supo recuperar la saludable rugosidad primitiva de los clásicos griegos en su sabroso Edipo Rey, teorizó siempre entre Pasión e ideología, fue capaz de inquietar a un comunismo ya tan poco dogmático como el italiano dialogando fecunda y libremente con Las cenizas de Gramsci. No dejó insulto, ofensa o diatriba sin devolver. Y se sentía fieramente orgulloso de que su propio rostro, de agudos planos cortados a pico con sólida prestancia francamente popular, le diera un parecido con Sekú Turé, entonces presidente de Guinea.

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