domingo, 1 de septiembre de 2013

El Gatopardo, de Luchino Visconti

Marco Antonio Campos, La Jornada

Es raro que una novela clásica termine también en una película clásica y más raro es que entre la publicación del libro y el estreno de la cinta medien apenas cinco años: la novela de 1958, el filme de 1963. Es el caso de El gatopardo. Como Antonioni, Visconti fue un cineasta sin declive en sus filmes en blanco y negro y en color.

Filmada en 1954, Senso es tal vez el más claro antecedente en el estilo y en el asunto de El gatopardo y forman la dupla de películas del Risorgimento italiano, es decir, las guerras por la independencia y unificación italianas. La historia de El gatopardo en 1860 tiene como fondo la liberación de Sicilia para integrarse al reino de Italia y seguir una vía para una Italia única e indivisible; la de Senso la tercera guerra de liberación italiana contra los austríacos en la primavera de 1866. Tanto en Senso las imágenes de la batalla de Custoza, como en El gatopardo, las violentas luchas de los camisas rojas garibaldinos contra las tropas reales borbónicas en las calles de Palermo en mayo de 1860, son pintadas con vívida crudeza. En ambas cintas Visconti parece haber calculado cada uno de los cientos de planos, y pese a que hay numerosos momentos de exaltada belleza de paisajes naturales o de los interiores de los palacios barrocos, la intriga nos atrapa, se impone. Si cabe adjetivarlas, diría que Senso es elegante, El gatopardo majestuosa. Senso se tradujo al español con el nombre de la protagonista (Livia). ¿Por qué? Porque en verdad es difícil hallar el equivalente. Senso es ante todo la historia de un desdichado y terrible amor de una condesa italiana, Livia Serpieri (Alida Valli), por un teniente del ejército de ocupación austríaco, Franz Mahler (Farley Granger), quien, revelándose poco a poco lo que es, sobre todo al final, resulta sólo “un desertor ebrio”, un delator, un vividor del juego y de las mujeres. Por amor al teniente, Livia, casada con un conde italiano, entrega las joyas que le han confiado los partisanos italianos, específicamente un primo suyo, Roberto Ussoni (Massimo Girotti), combatiente de las fuerzas de liberación. El amor desesperado por el teniente la lleva no sólo a la infidelidad al marido, sino a la traición a la patria.

lunes, 11 de marzo de 2013

“No”, una película inquietante


Miguel Romero, Viento Sur

Esta es una recomendación urgente, porque me temo que a “No” le queda poco tiempo en cartelera (en Madrid está en un solo cine, los Golem) y, por lo que me cuentan, aún no es posible descargarla. Así que vayan a verla cuanto antes. Además de asistir durante casi dos horas a una buena muestra de cine político popular (el género creado por los grandes maestros italianos en los años 60: Monicelli, Comencini, Risi,…, y del que aquí apenas hay muestras, y no por falta de temas…), saldrán del cine inquietos, con ganas de seguir hablando sobre los conflictos políticos, y de comunicación política, que se plantean en la película, algunos bastante cercanos a problemas centrales que tiene aquí y ahora la izquierda alternativa.

“No” se inicia en los días previos a la convocatoria del referéndum de 1988 en Chile sobre la ratificación del mandato presidencial del dictador Pinochet y termina con la victoria de la oposición, del “No”.

domingo, 13 de enero de 2013

"Ladrón de bicicletas", el cine en estado puro


En su clásico ensayo sobre Ladrón de bicicletas, la película de Vittorio de Sica de 1948, André Bazin la llama cine en estado puro: una película que cuenta una historia sencilla, con personajes sencillos, envueltos en acontecimientos y lugares sencillos. ¿Qué hace que Ladrón de bicicletas sea una obra maestra? Justamente el impacto emocional que provoca la simpleza de su historia. El guión es de Cesare Zavattini y hay que señalar que tuvo un estruendoso fracaso en Italia y Europa. La derecha la acusó de dar una mala imagen del país y la izquierda la consideró conformista. Sin embargo obtuvo el Oscar a la mejor película extranjera en Estados Unidos, y fue rescatada en los números iniciales de la revista Cahiers du Cinema. Desde ahí su historia comenzó a ser muy diferente.
Ladrón de bicicletas, es una película que rebosa autenticidad y realismo y supone un paso importante en la evolución del lenguaje cinematográfico en el cual se anula la distancia entre el arte y la vida. Vittorio De Sica nos muestra que es posible el neorrealismo más allá de los temas relacionados con la resistencia y la liberación que caracterizaron las películas de Roberto Rossellini como Roma ciudad abierta (1945) o Paisá (1946). Recordemos que Italia fue un país doblemente vencido en la segunda guerra mundial, dado que pese a ser aliados de los alemanes, no escaparon de su ocupación y por ello al final de la contienda se sintieron doblemente vencidos, tema del cual dan cuenta las obras de Rossellini.
Ladrón de bicicletas es un recorrido por la Roma de la posguerra en la cual un obrero y su hijo tratan de recuperar su bicicleta robada dado que de ella depende que el padre puede conservar el trabajo que recién ha conseguido para el sustento de la familia. La relación que se establece entre los personajes; la cruda realidad de una vida dura y compleja, reflejada en los diálogos y en la transparencia de la imagen hacen de esta película una auténtica obra maestra del cine en estado puro.


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