miércoles, 30 de abril de 2008

Stanley Kubrick a 40 años de 2001


Hace 40 años, Stanley Kubrick irrumpió con esta obra maestra del cine que es 2001 Odisea del Espacio, película que no sólo se mantiene como uno de los puntos de referencia del cine de anticipación, sino que se adelantó en varios años a la exploración del espacio, despertando la imaginación y haciendo un anuncio realista del futuro. Cuando el filme se estrenó el hombre aún no llegaba a la Luna y trabajar y vivir en el espacio a tiempo completo era cosa de ciencia ficción.

Kubrick creó una obra de gran impacto visual y acústico que puso varas muy altas al cine de ciencia ficción. Entre sus memorables proezas está la mayor elipsis narrativa, cuando el primate emplea un hueso como arma de destrucción y lo lanza al espacio. Al caer, lo hace convertido en una formidable nave espacial que cruza el firmamento al ritmo del Danubio Azul de Johann Strauss. En segundos, Kubrick dio un salto en el tiempo de más de diez mil años.


Una de las visiones notables del filme es la enorme estación espacial que gira en órbita sobre la Tierra. Si bien su apariencia de rueda doble unida por un eje central contrasta con las actuales estaciones provistas de paneles solares en forma de mariposa, ya incorporaba la idea de estaciones tripuladas e internacionales.


La paredes provistas con monitores de pantalla plana, era algo que ni siquiera pensaba la industria de televisores en 1968, cuando este medio recién estaba abriéndose paso a nivel mundial, y en un incipiente blanco y negro.


En una de las escenas el protagonista hace ejercicio físico, trotando en la inmensidad del espacio. Hoy todos los astronautas practican deporte, y no falta aquel que ha corrido la maratón, a mas de 500 kilómetros de la tierra.

sábado, 19 de abril de 2008

David Cronenberg: "Promesas del Este"


Una película sobre la mafia rusa en un Londres asfixiante, irreconocible; un par de secuencias de crueldad pocas veces vista y magistralmente filmadas, inolvidables; una historia de matones, traiciones y venganzas. Pero, al igual que en su tocayo David Lynch, en toda obra de David Cronenberg, hay mucho más que eso.

Promesas del Este (Eastern Promises) es una película que se inscribe en la huella de la sangre, el tema medular de toda la filmografía de Cronenberg: la sangre, el adn, la transmisión, el contagio. Sin duda en el inconciente colectivo de los canadienses está el peligro de contaminarse, contagiarse con la ideología yanqui, y de ello hay que huir. En todas las obras de Cronenberg hay un contagio: La mosca es el resultado del adn humano fusionado con el de una drosophilla meganogaster; la transmisión de unos fármacos desde la madre al feto da origen a los Scanners; así como el contagio subliminal de tanta tontera televisiva a Videodrome.

El contagio, la fusión con “lo otro”, la mutación, el cruce, la intersección, la patología sicológica transmitida en y por la sangre constituye el entramado conceptual de uno de los grandes del cine moderno. Con Cronenberg hay que hilar muy fino pues su cine, rico en estética y la siempre delicada banda sonora de Howard Shore, es una propuesta a descifrar el enigma que encierran la metamorfosis del ser, las malformaciones de lo humano; las heridas, cicatrices o tatuajes que dan la seña, el trazado múltiple de la materia humana como historia.

Promesas del Este nos muestra uno de estos cruces entre el mundo real-legal-formal-establecido, y ese otro mundo de los real-turbio-ilegal-clandestino.

Una joven rusa muere antes de dar a luz a su hijo. La enfermera del parto, se queda con su diario de vida, y a través de él comienza a seguir el rastro de la joven con la ilusión de hallar al padre de la guagua recién nacida. Esta búsqueda la lleva a descubrir no sólo la identidad del padre verdadero, sino también toda una trama de la peligrosa mafia rusa en Londres. Londres, más irreconocible que nunca, asfixiante, turbia, enrarecida, es el escenario donde se muestran las modernas miserias, la actuales lacras de la depredación donde una organización criminal controla la vida y muerte de inocentes. Vida y muerte. Así comienza el filme: un asesinato y un nacimiento.

Siguiendo la linea de su anterior obra, Una historia violenta, también con Viggo Mortensen en el rol protagónico, Promesas del Este es una mirada sobre el alma humana. Mortensen que interpreta aquí a Nikolai, el chofer de la cofradía, es el filtro, el papel secante, la linea divisoria. “Necesito saber quien eres”, pregunta la enfermera (Naomi Watts) a Nikolai “Sólo soy el chofer. Yo manejo, y doblo a la derecha o a la izquierda”. Singular metáfora de un thriller apasionante, sangre y degollados al estilo único de Cronenberg.



martes, 15 de abril de 2008

ANTES QUE EL DIABLO SEPA QUE ESTÁS MUERTO


Parafraseando un viejo proverbio irlandés (Quédate en el cielo media hora, antes que el diablo sepa que estás muerto), esta es una película que toca la fibra íntima de la sociedad estadounidense actual. Y tenía que ser Sidney Lumet, el octogenario maestro, quien pusiera las cosas en su sitio y narrara descarnada y crudamente la realidad económica, social y moral que hoy vive ese país.

A los 84 años el realizador de Doce hombres en Pugna (1957), Sérpico, Poder que mata, Tarde de Perros, Veredicto y otras tantas obras de notable perfil y dinamismo, se manda una clase de colosal investidura al mostrar el derrumbe del paraíso casi en los mismos términos bíblicos de Caín y Abel, con la envidia, el odio, la incomunicación y la traición como ejes articuladores de una trama vibrante y desgarradora.

Andy (Philip Seymour Hoffman) es un ejecutivo de una inmobiliaria que está agobiado por las deudas, sus adicciones y sus pecados. Su hermano menor, Hank (Ethan Hawke) tiene una situación aún más precaria que ni siquiera le alcanza para la pensión alimenticia de su esposa e hija. Queda muy clara la humillación que le propina su pequeña hija cuando no puede pagar un paseo de estudios. Si la precaria situación financiera de Hank lo comprime en un entorno de inseguridades y miedos al cual busca una salida; la situación de su hermano es aún más patética aunque en apariencias es lo opuesto: seguro ante sí y los otros, confiado, extrovertido, apabullante, porque Andy lleva la miseria por dentro: se ha hecho dependiente de la droga de alto costo, gusta del alto estándar y no tiene miramientos con el prójimo.

A Lumet le bastan muy pocos planos para dar cuenta de los recovecos de la conciencia de estos personajes, del bien y el mal que los acecha, de la culpa, la traición y el castigo que los oprime. Ambos están atrapados y cuando el hermano mayor propone una solución para saldar los males, Hank, si bien tarda en decidirse, se ve obligado a aceptar la idea, que no es ni más ni menos que asaltar la joyería de la familia. El "plan", perfecto como todos los planes en papel, falla por un pequeño error de cálculo y convierte una idea salvadora en la mayor tragedia americana.

Sidney Lumet, experto en asaltos y vericuetos jurídicos, crea una narración absorbente y precisa que nos muestra la historia de este asalto con todos los elementos y miradas. Fragmenta el relato para mostrarlo en diferentes perspectivas haciendo al espectador partícipe de la pugna interna entre el objeto y el sujeto de la acción. Con estas vueltas hacia atrás y hacia delante devela el vacío de vidas aglutinadas en sentimientos erráticos y contradictorios que perfilan el retrato más auténtico de la hasta ayer sociedad de la opulencia. Son seres humanos de carne y hueso los que habitan este infierno de envidias, pasiones y miserias.

El supuesto “plan perfecto”, donde no había espacio para el error o la pérdida, concluye en un fracaso estruendoso que lleva al infierno y no queda piedra sobre piedra. En sus 50 años de vida de cineasta, Sidney Lumet puede ser quizá el último ejemplo viviente de haberse codeado con la primera fila de Hollywood: Henry Fonda, Paul Newman, Al Pacino, Sally Field. Esta vez, junto a Hoffman y Hawk, tiene a Albert Finney (El vestidor) y a Marisa Tomei en un rol que agiganta esta tragedia moderna: es la esposa del hermano mayor, y la amante del hermano menor.

Con este nuevo y gran retrato sobre los recovecos de la conciencia y la personalidad humana, Sidney Lumet se consolida entre los grandes maestros del cine. Antes que el diablo sepa que estás muerto, será, sin duda, una de las grandes obras del año.

lunes, 14 de abril de 2008

"Huracán", la odisea libertaria de Norman Jewison


Norman Jewison dirige esta conmovedora película basada en los hechos reales de un hombre al que le privaron tres veces de su libertad. Jewison, el mismo de Jesucristo Superstar y El violinista en el tejado, nos cuenta la vida de Rubin Huracán Carter, una historia dramática y desconocida como tantas.

Rubin Carter, a los diez años, se defiende con una navaja de un pedófilo abominable que los amenaza a él y a sus amigos constantemente, hasta la locura. Por este hecho plenamente justificable es condenado a 21 años en prisión. Logra escaparse al octavo año y se enrola en el ejército.

Al cabo de unos años, Rubin vuelve al pueblo, conoce a una chica y se casa. Pero un juez que lo tiene en la mira por el navajazo al pedófilo (que fue en defensa propia) lo encuentra y lo vuelve a meter en la carcel por otros tres años. Rubin sale decidido a no regresar nunca más a la cárcel. Se casa con la misma chica, se convierte en boxeador y se hace famoso.

No obstante, y cuando mejor le va en la vida, y cuando los planes de un futuro promisorio parecen cumplirse, se comete un triple crimen en un bar y, porsupuesto, culpan a Rubin. El juez le aplica cadena perpetua y no hay nada más que hacer.

Jewison, como gran artesano, dirige con gran oficio una obra que es poderosa en términos de mostrar las infinitas trasgresiones a los derechos humanos. La historia real de Rubin Carter se nos presenta en un relato que conmueve y al mismo tiempo resulta imposibe de abandonar por lo apasionante que se hace la historia. Confieso haber visto esta película en el tv-cable y no haberme desprendido de ella. Notable Jewison para mantener el suspenso y la ansiedad.

Con fragmentos de filmaciones reales -esta historia involucró, entre otros, a Bob Dylan, quien escribió uno de sus grandes temas- Huracán es una película que debe figurar en primer plano en la lucha por la vida y los derechos mínimos de toda persona. Gran paso para Jewison, que avanza en su carrera con una gran obra, con un tema potente que no deja a nadie indiferente.

Bob Dylan: "Hurricane"

domingo, 6 de abril de 2008

Leones por Corderos


Sin duda que la arremetida bélica de Bush en Irak, Afganistán e Irán dará que hablar en muchas películas. En este caso es Robert Redford quien quiere hacer la denuncia de este genocidio mostrando desde un trío de vertientes una parte de estos temas candentes: la prensa, que siempre interesa a lo políticos; el mundo académico, y el combate propiamente tal. En este último enfoque muestra a unos combatientes que van al medio oriente como carnada, como guía a la maquinaria destructiva; en el plano mediático presenta la entrevista que se hace a un senador que tiene la clave para resolver el problema de una vez por todas, y en el académico la relación de un profesor de Ciencias Políticas para incentivar a uno de sus alumnos con el germen de la denuncia ideológica.

Este trío temático permite a Redford deslizar una mirada a la sociedad de ese país con la vaciedad e incongruencia de sus planteamientos. Desde la mirada del senador dispuesto a lo que haya que hacer para obtener la victoria en esas lejanas tierras sugiriendo incluso la bomba atómica, hasta los niveles del comando bélico que urgan a ciegas en tierras desconocidas sin atinar a nada concreto, pasando por las huestes de estudiantes que ven como el país se desarma entero frente a ellos por la ausencia de verdaderos ideales que den nuevos bríos a la especie humana.

Redford es un actor comprometido con la causa de la libertad de expresión y prueba de ello es Todos los hombres del presidente, de Alan J. Pakula, un filme que se encargó de producir hasta en sus menores detalles, y donde muestra la metida de pies y manos de Nixon en el caso Watergate. Esta vez, si bien la trama mantiene un gran dinamismo en sus diálogos tanto en los del profesor con su alumno (Redford y Andrew Garfield), como el sostenido entre el senador y la periodista (Tom Cruise y Meryl Streep), no busca hacer una denuncia, sino provocar una reflexión sobre los tiempos que corren, saturados de torpeza, egoísmo, vacío e inhumanidad.

viernes, 4 de abril de 2008

La Vida me mata


La vida me mata es una historia que transita entre las ganas de vivir y las ganas de morir. O el apego y desapego a la vida, y el vértigo por la muerte. Ambos polos están marcados por una exuberante actriz, Susana, que sueña con la fama y los festivales de cine, y su camarógrafo, Gaspar, que vacila en el sin sentido de la vida aquejado por la muerte de su hermano, la proximidad de la muerte de su abuelo y la silenciosa presencia de su madre. Sólo su hermana, una prodigiosa Amparo Noguera, establece el vínculo de rigor en el mundo real, el de la cordura y los temas materiales.

En esta propuesta visual de Sebastián Silva la obsesión por la muerte va desde el drama a la comedia y al humor negro sin pausas. De este modo el contrastre entre la lúdica performance del cortometraje que se filma en set de encierros y al aire libre (únicas escenas en color de un filme descolorizado) con la tortuosa y depresiva existencia del camarógrafo, parco, grave, sin sustancia vital, imprimen la liberación final que si no es una forma de vida, será una forma de muerte.

Visitas al cementerio, a la morgue, a funerales; así como a los rituales de renuncia forzada (las inyecciones que sujetan a la vida al abuelo) y el logro de la tarea cumplida (los puzzles) para ascender al otro estado, cierran un relato que se apoya en buena parte de la mitología existente respecto a la muerte.
Bélgica Castro y Alejandro Sieveking son los abuelos que pugnan por seguir juntos más allá de la vida terrenal. La primera ya ha partido, pero las inyecciones y los puzzles pendientes mantienen aún al abuelo en el lado de lo real.

Pero es la "reencarnación" del hermano muerto y su invasión de los espacios vitales de la realidad material y de la película que se filma, lo que marcará la decantación y el quiebre entre el aquí y el más allá. Con su presencia y predominio en el eje narrativo, Gaspar podrá captar el color de la muerte y el sentido de la vida, aunque ésta sea en blanco y negro.

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